Παρασκευή 27 Μαΐου 2016

Jorge F. Hernández, εργαστήριο συλλογικής λογοτεχνικής μετάφρασης

 ΠΡΟΣΚΛΗΣΗ ΓΙΑ ΣΥΜΜΕΤΟΧΗ ΣΕ ΕΡΓΑΣΤΗΡΙΟ ΣΥΛΛΟΓΙΚΗΣ ΜΕΤΑΦΡΑΣΗΣ ΠΑΡΟΥΣΙΑ ΤΟΥ ΣΥΓΓΡΑΦΕΑ

O Κωνσταντίνος Παλαιολόγος και ο Νίκος Πρατσίνης καλούν παλαιούς και νυν φοιτητές τους να δηλώσουν συμμετοχή στο εργαστήριο συλλογικής μετάφρασης ενός χρονογραφήματος και ενός μικροδιηγήματος του μεξικανού συγγραφέα Jorge F. Hernández, που θα λάβει χώρα, παρουσία του συγγραφέα, στο Κέντρο Ισπανικών, Πορτογαλικών και Καταλανικών Σπουδών ΑΒΑΝΙCO, Κολοκοτρώνη 12, την Τρίτη, 21 Ιουνίου 2016, από τις 16.00-18.30.
Ο συγγραφέας θα βρίσκεται στην Αθήνα προσκεκλημένος του 8ου Φεστιβάλ ΛΕΑ και του Abanico, με την στήριξη της Πρεσβείας του Μεξικού στην Ελλάδα.
Οι ενδιαφερόμενοι/ες μπορούν να δηλώσουν συμμετοχή μέχρι την Παρασκευή 3 Ιουνίου 2016. Θα τηρηθεί σειρά προτεραιότητας, καθότι, για πρακτικούς λόγους, στο εργαστήριο θα συμμετάσχουν μέχρι 12 άτομα.
Η δήλωση συμμετοχής γίνεται με mail στο info@abanico.gr ή τηλεφωνικώς (2103251214 & 210.3251215) ή στο Αbanico σε ωράριο μαθημάτων.

Σας περιμένουμε,

Κων/νος Παλαιολόγος, Νίκος Πρατσίνης, Leonora Moreleόn


Ακολουθούν τα προς μετάφραση κείμενα:

1.
Tienes un departamento amueblado con austeridad y un cuerpo soñado. Tienes una voz que destila tu sensualidad y el sillón más cómodo del mundo en el rincón de tu sala. Cerca de la ventana estará siempre esa jarra –que alguna vez sirvió vino—habitada casi todos los días por esas flores moradas que no sé cómo se llaman.
Tienes las piernas con las que sueño al caminar todos los días a la oficina y he intentado recrear tu cintura con el juego que acostumbro jugar con mis almohadas. Tienes un rostro perfecto que podría tomar vida propia en la fotografía que tienes enmarcada en el pasillo, justo al lado de la puerta del baño.
Tienes todo lo que siempre había deseado encontrar en una mujer. Tenemos toda la vida por delante. Tienes entonces, una cita, aunque yo solamente tenga la posibilidad de inventarte.

2.
Elogio del quiosco
Debo una gratitud de cuatro décadas a diversos quiosqueros en ambos lados del Atlántico. La mutua complicidad que establece el lector paseante con el bibliotecario de las esquinas ha determinado una forma de leer con el puntual resguardo de los periódicos que informan sobre todo lo que pasa, el apartado de libros que se venden por entregas para conformar la discreta biblioteca con la que uno se va haciendo del mundo e incluso la venta seriada de locomotoras en miniatura o soldaditos de plomo que alinean los estantes entrañables, donde no pocas cajas resguardan los recortes de periódicos memorables, encabezados históricos y sucesos invaluables que el propio quiosquero fardaba con tino desde el momento en que cuelga los ejemplares como ropa tendida en hilos o apilando los montículos de papel que poco a poco se van reduciendo conforme transcurre el día… y transcurren los años, ahora con la incertidumbre y preocupación que genera el desconocido futuro digital, donde poco a poco nos iremos quedando sin papel, pero no hay que perder los papeles.
Debo a los quiosqueros el adelanto de malas noticias como si al confiármelas antes de abrir la sábana de periódico amainaran el triste impacto que me causaría su lectura; debo las risas burlonas cuando las goleadas en contra amenazaban la estabilidad no sólo de mi equipo de fútbol sino el equilibrio del sistema nervioso central. En viejos tiempos de destape, fueron los quiosqueros (como compañeros de parvulario) quienes recomendaban tal o cual portada con divas en papel, musas despechugadas en colores o calientes historias que empezaban con algún escandalillo de ocho columnas. Con quiosqueros he debatido de alta política y columnas que rebasaban el mero chisme para volverse fuente fidedigna del desánimo social o la esperanza impredecible de cualquier jueves. A los quiosqueros debo también golosinas y postales, cigarrillos de dos colores diferentes de tabaco, mapas para el ocio, crucigramas para el tedio… y los mudos testigos de no pocas veces en que me dejaron plantado, ramo de flores en mano, tarde lluvia en Princesa o mañana soleada en Insurgentes.
Llegará el día (tarde o temprano) en que las tabletas para periódicos digitales se abaraten tanto que podrán ser adquiridas en quioscos y quizá incluso desechadas al atardecer, pero además hay no pocas señas vitales que se seguirán vendiendo en esos santuarios de las esquinas que anhelo ya el día en que (tarde o temprano) me surtan mi dosis diaria de libro semanal, revista de aficiones cada vez más secretas, el periódico en papel y la recarga de información electrónica para mi tableta cibernética, con el impagable añadido del callado testimonio de que ya no me deja esperando la musa que acostumbro citar en el quiosco. Con o sin lluvia.


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